La estructura institucional que se derivó del régimen político posrevolucionario fue ineficiente e impidió el crecimiento económico sostenido en el estado de Guerrero hasta 1970 comparado con el resto del país. Las reglas del juego económico y social evolucionaron conforme a las opciones políticas concretas que en su momento acomodaron los intereses de la coalición conformada por la nueva oligarquía revolucionaria integrada verticalmente con grupos empresariales poderosos, en función del modelo mental dominante emanado de la revolución mexicana.

En este capítulo se expone que en Guerrero la imposición de este régimen político autoritario y centralista se mezcló con una particular estructura artefactual guerrerense, es decir, una dotación particular de sistemas de creencias, símbolos, instituciones, organizaciones, herramientas, tecnologías todo esto legado por la herencia cultural caciquil que propendió en una economía basada en relaciones personalizadas y la búsqueda de rentas. Se exponen las razones de la persistencia del atraso económico manifestado desde el siglo XIX en la entidad. Estas razones se encuentran relacionadas con el manejo corporativo de la economía, con el impulso de actividades económicas y el surgimiento de polos de desarrollo como Acapulco siempre enfocados a beneficiar a los poderosos en turno, no a la población en conjunto. De esta manera, en Guerrero la modernización económica durante el periodo posrevolucionario impulsadas por el auge de la economía mundial no pudo ser aprovechada adecuadamente porque el mismo régimen político lo impidió.
Las condiciones se atraso se afianzaron en Guerrero porque la estrategia para lograr la pacificación y el orden político en el país implicó; por un lado, la existencia de una Integración Política Vertical (IPV) entre la nueva oligarquía revolucionaria y grupos de empresarios; por otro lado; el sometimiento de los caciques locales y la incorporación al régimen de manera corporativa-clientelar de los sectores populares para mantenerlos bajo control. Esto se tradujo en búsqueda de rentas, desorden político, violencia social y mecanismos autorreforzadores que no permitieron que la desigualdad se redujera y la pobreza disminuyera.
Se concluye afirmando que la cultura política del “nacionalismo revolucionario” se convirtió con el paso del tiempo en una cultura general en la población guerrerense. La influencia de esta ideología sobre la población es de tal manera que es reproducida de generación en generación en el discurso de líderes políticos y sociales y con ello, éstos acrecientan su importancia como mediadores en el desarrollo económico y social. De esta manera, el régimen de la revolución mexicana refuerza una cultura de subordinación política, patrimonialista y clientelar, y por tal motivo crea una sociedad dependiente del Estado para crecer imposibilitando el cambio económico por lo menos en el corto plazo.
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